La primera vez que estuve en Lloret de Mar pernocté durante una semana y no me enteré de todo que había que visitar en este precioso municipio costero. Debido a que pensé que era un destino de juerga y discoteca me perdí todo lo que he disfrutado la segunda. Esta vez sí que ha sido buena.

Foto: www.flickr.com/photos/lloret-turisme

En el pasado… 

Hubo una época en que muchos lloretenses, sin oficio ni beneficio, se embarcaban con la convicción de un futuro prometedor ya que existía un comercio marítimo con América. Fue muy duro y azaroso para aquellos jóvenes que se aventuraron a hacer las américas, la suerte a la que se enfrentaron fue muy diversa: Muchos nunca volvieron, es más, de algunos nunca más se supo; hubo otros de los que sí se supo y que triunfaron, amasaron una buena fortuna e, incluso, regresaron siendo reconocidos como indianos, ricos y, aunque ya solían ser mayores, eran casaderos. Habían triunfado. Y los demás lo podían comprobar y reconocer, que a veces era lo más importante.

Estos indianos, antes de arribar, ya miraban con otros ojos la Costa Brava. La veían como nosotros hoy: el abrupto relieve, sus pinares, sus bonitas playas: la de Santa Cristina, la cala Boadella, la playa de Fenals y la de Canellas más al norte pero, sobre todo, la de Lloret, en la que desembarcaban. También veían, en lo alto, los restos del castillo de San Juan, un precioso mirador actualmente.

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Compraron solares, construyeron palacetes y se casaron con las jóvenes lloretenses más guapas y elegantes. Haciendo la Ruta de los Indianos se descubren todo con detalle algunas joyas arquitectónicas que nos dejaron, como:

  • La Casa-Museo Font, en la que se puede conocer con todos los pormenores la vida de aquellos triunfadores a través de las diferentes estancias y la minuciosa decoración de la época.
  • La Casa Garriga, otro ejemplo de casa de indiano, aloja en su interior el Museo del Mar que muestra la estrecha relación entre Lloret y el mar y nos cuenta sobre personas, narra historias y revela aventuras. Las vistas desde su terraza: a un lado el Mediterráneo, al otro la población y, en medio, el paseo marítimo. ¡Qué paseo! Repleto de sol y palmeras, recuerdo de las costas americanas.
  • El Cementerio Municipal. Por lo general, los indianos eran mucho mayores que sus esposas y solían morir antes. Eso generó, por un lado, que hubiese viudas ricas y, por otro, que se quisiesen distinguir con sobresalientes hipogeos, artísticos panteones o esculturales tumbas construidas por los mejores artistas catalanes. Con ello buscaban la eternidad en el Cementerio Municipal (1901) que aún continúa en activo conservando su paseo central repleto de muestras de arte funerario modernista. Esta especie de museo de esculturas al aire libre lo convierte en miembro de la Ruta de Cementerios Europeos. Una visita imprescindible.

Rompiendo falsos mitos

Alguien que no conocía Lloret fue quien me dijo: qué solo tenía discotecas y playa. Como tonto le creí, ni siquiera lo investigué y me perdí demasiadas cosas bonitas.

Ahora sí he investigado y he descubierto mucho más que discotecas. Por eso encontré tierra adentro un lugar, en medio de un bosque enorme de la sierra de Marina, que permanece aislado del mundanal ruido. Un rincón costabravense muy singular, Sant Pere del Bosc, un monasterio benedictino con más de un milenio de historia hoy transformado en un hotel de 5* con un SPA, un restaurante y una bodega que engrandecen aún más esta experiencia.

Foto: www.flickr.com/photos/lloret-turisme

Cualquier parte de este recinto es sensacional pero el oratorio, mandado construir a Josep Puig i Cadafalch por Nicolau Font, el dueño también de la Casa-Museo Font, es otro tema. No hay palabras para describirlo. Se mantiene tal y como se concibió. El órgano, las pinturas pero, sobre todo, la cripta poseen la magia y el encanto sobrecogedor de los mejores templos. Permanece intacto, sin restauraciones. Esto le distingue.

Lo de la playa sí es cierto, pero hay que aclararlo. Son cinco playas, bueno cuatro y una cala, con una parte nudista. Bueno, y otra cala más, Cala Bayns, con una terraza entre pinos, un lugar tranquilo para degustar el cóctel más lloretense: el daiquiri. El combinado fue perfeccionado en El Floridita de La Habana por otro lloretense, Constantí Ribalaigua Vert, considerado el mejor coctelero del siglo XX. Él creó más de 150 cócteles. Ahora también es un clásico tomarlo entre los pinos junto al Mare Nostrum.

Todas las playas poseen una arena gruesa que no se pega y efectúa su peculiar peeling dejando la piel suavísima, pero aún es más sorprendente la parte brava de la costa: los acantilados y los farallones, los fondos pedregosos y las aguas de cristal. Sí, pero para alcanzar estas maravillas hay que hacer un pequeño esfuerzo, hay que palear, o sea, propulsarse con las palas de un kayak. Que no se dice remar, que no. Carmen de Lemon Kayak conoce la Costa Brava como pocas personas y navegar con ella es sinónimo de disfrute total entre rocas y zonas de baño “privadas”. Privadas por inaccesibles y ocultas ya que solamente cabe el kayak entre esas rocas, una actividad muy accesible y sencilla. Aunque también te proponen recorrer los más de 200 km de Costa Brava surcando el mar, durmiendo en playas y viendo paisajes que pocos ojos pueden disfrutar.

Navegando entre rocas, junto a la orilla, la perspectiva marina de la costa se percibe distinta. En lo alto de un acantilado surge un palacete que parece un mirador marino y junto a él los Jardines de Santa Clotilde se extienden integrados en la naturaleza, encumbrados en la ladera y asomados al mar.

Colgados sobre el Mediterráneo…

A ese edén hay que ir. Accediendo por la entrada de los Jardines de Santa Clotilde nada hace presagiar la belleza y la elegancia que se va a disfrutar.

Viendo este maravilloso vergel se entiende que el nombre de Lloret proceda de llorer que en catalán significa laurel, ahora todo encaja. Uno de los lugares más atractivos de este parque es un espacio circular del que parten dos preciosos caminos; tres fascinantes escalinatas, una flanqueada por sirenas, y una especie de ventana entre la fronda con vistas al mar.

El panorama costero se aprecia aún mejor caminando por el Camino de Ronda, que forma parte del GR-92, un sendero de gran recorrido que abarca todo el litoral catalán. Uno de los tramos más bonitos atraviesa Lloret de Mar. Una ruta panorámica entre el cielo y el suelo, la tierra y el mar. En compañía de NW practicamos la marcha nórdica, con bastones, la técnica es más compleja de lo que parece pero el resultado es increíble. Es un ejercicio muy completo y saludable, además de la ayuda que proporcionan los bastones para la protección de rodillas y tobillos. Así da gusto hacer kilómetros, atravesar playas y divisar estos parajes…

Foto: www.flickr.com/photos/lloret-turisme

Allá al fondo, en otro de los salientes rocosos, junto a la playa urbana, exhibiéndose como un mascarón de proa se alza el Castillo de Lloret, que se guarda celosamente un secreto para quien lo visita. Su exposición nos da pautas para respetar el medio ambiente mientras la tecnología virtual te sumerge en un laberinto de imágenes que te hará despegar los pies, volar y sentir sensaciones inolvidables.

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Lloret de Mar posee todo el encanto del bosque, la magia del mar y la comodidad de una ciudad acostumbrada a recibir viajeros.

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Geógrafo, locutor y escritor de artículos sobre viajes.