En este territorio portugués se entrelazan la piedra y el agua para protagonizar paisajes y para hacerte sentir diversas sensaciones. Un destino que invita a descubrir sus aguas termales, pétreas y enigmáticas ermitas templarias, aldeas clavadas en el pasado, una torre de acero y cristal entre el bosque o ríos para bañarse y navegar… Beira Baixa.

foro del centro histórico de Castelo Branco
Castelo Branco / Foto: Diego J. Casillas Torres

DOS PUENTES DE ACCESO…

O uno de ida y el otro de vuelta para cruzar La Raya, el nombre coloquial de la frontera entre España y Portugal que, precisamente, en esta zona entre la provincia de Cáceres y la región de Beira Baixa, está formada por una corriente de agua, el río Erjas. Este territorio situado en el oeste de la península tiene un sustrato geológico peculiar, prueba de ello es la colección de monumentos megalíticos milenarios.

La puerta de entrada a las tierras lusas se realiza atravesando este cauce, y como en cualquier juego o sortilegio podemos optar por dos posibilidades: el puente de Segura, de origen romano sobre este afluente del Tajo, una elección preciosa; o el otro, aguas abajo, donde existe el Vado del Río Erjas. ¡Cuidado al cruzarlo! porque es una especie de pontón de un solo carril y sin pretiles que se convierte en un puente internacional al tener un extremo en cada país. Un ejemplo extraño y peculiar.

Ambas elecciones son aptas para cruzar el umbral, caminar por la tierra de Portugal y, sobre todo, para probar las aguas termales de Monfortinho, a pocos metros de La Raya, junto al cauce del río que acabamos de cruzar. Aquí mismo se inicia nuestro viaje, sumergidos en las aguas termales y tomándolas. Una purificación interna y externa. Un ritual mediante el agua que sanará nuestra salud y limpiará y despejará también la mente, ofreciéndonos un estado de relax propicio para recibir la magia que reside en estas tierras del interior de Portugal.

Foto de la entrada principal de las Termas de Monfortinho
Termas de Monfortinho / Foto: Diego J. Casillas Torres

Las Termas de Monfortinho nos ofrece diferentes tratamientos y técnicas especializadas para beneficiar el cuerpo: la piel y las articulaciones, el aparato digestivo y el hígado, también el sistema nervioso… Los romanos ya conocían los beneficios de estas aguas procedentes del manantial de Fonte Santa.

Aguas que nos sirven para relajarnos, desconectar con la rutina y para prepararnos para recibir la fuerza de la Tierra en un lugar mágico, los parajes del Geoparque de Naturtejo de la Meseta Meridional.

PODER TELÚRICO

De camino al Mons Santus, pasamos cerca de Penha Garcia, aquí sus molinos aúnan la fuerza del agua del río Ponsul y el movimiento de la piedra. Un conjunto precioso que incluye una colección de fósiles encontrados en esta zona. Desde aquí ya se vislumbra el monte granítico y casi piramidal de Monsanto, nuestro siguiente destino.

Al que denominan el pueblo más portugués de Portugal, por ello luce su trofeo: el Gallo de Plata, también podrían llamarle el municipio que habita el berrocal porque los grandes bolos de granito que componen sus laderas les sirven de paredes, fachadas o tejados para las casas que se adaptan a la naturaleza pétrea como en ningún otro lugar. Es una preciosidad cuando hay niebla y se humedece la piedra y brilla y reluce su musgo o al atardecer cuando el sol tiñe de luz naranja sus rincones; también cuando llueve o si nieva, a pleno sol o bajo la luz de la Luna. Monsanto resplandece siempre. Y si no hay Luna mejor aún, porque se divisará un cielo estrellado del que no podrás apartar la mirada. Sube hasta las ruinas de su castillo templario, en todo lo alto, te sentirás compañero de aquellos antepasados que sentían la energía de la Tierra.

Después de avistar el horizonte desde lo alto es bueno mirar cerca, justo en la falda de este monte santo. Ahí permanece impertérrita la ermita de São Pedro de Vir-a-Corça junto a su campanario pequeño sobre una gran roca y a una cueva que fue habitada por eremitas. Un lugar mágico para pasar la noche del solsticio de verano observando el cielo, escuchando historias y leyendas de este lugar templario o para disfrutar de la Festa da Divina Santa Cruz, en mayo, una fiesta que transporta a los asistentes a la época medieval.

Foto: Diego J. Casillas Torres
Foto nocturna de la capilla Vir-a-Corça
Ermita de SãoPedro de Vir-a-Corça / Foto: Diego J. Casillas Torres

Una leyenda local nos cuenta que un ermitaño salvó un bebé de las garras del diablo y que, gracias a una corza (de ahí el nombre de la ermita) que lo amamantó, sobrevivió.

EN BUSCA DE LA CAPITAL

A unos 50 km hacia el suroeste surge en lo alto de una colina el castillo que dio el nombre a su ciudad: Castelo Branco. La población se extiende por las laderas adornando las ruinas de lo que fue su gran fortaleza.

vistas panorámica desde el mirador del castillo de Castelo Branco
Foto: Diego J. Casillas Torres
El castillo de Castelo Branco / Foto: Diego J. Casillas Torres

La importancia estratégica de este cerro era conocida desde hacía milenios. Por fin en el siglo XIII se construyó el castillo que hoy permanece, pero en ruinas, ya que cayó en desgracia durante el siglo XIX y sus muros fueron desmantelados para edificar nuevas viviendas.

Esta ciudad fascina a quien la visita porque ofrece una diversidad de encantos que se van descubriendo al recorrer sus calles: el Centro de Interpretación del Bordado, para conocer a fondo sus trabajos en seda o lino y ver bordadoras realizando las famosas colchas (una especie de tapiz); la Fundación Manuel Cargaleiro, en un edificio del siglo XVIII, sito en una gran plaza repleta de edificios singulares o los maravillosos Jardines del Palacio Episcopal, erigidos en el siglo XVII para diversión del obispo.

Foto de una mujer bordando
Centro de Interpretación del Bordado / Foto: Diego J. Casillas Torres
Jardines del Palacio Episcopal
Jardines del Palacio Episcopal / Foto: Diego J. Casillas Torres

El empedrado decorativo de sus calles, los rincones de su judería o los detalles arquitectónicos repartidos por todo Castelo Branco animan a descubrirlos paseando y observando, como la Casa del Arco del Obispo del siglo XIII en la plaza de Camoes junto al C.I. del Bordado.

Tras el paseo urbano regresemos a la naturaleza, a los ríos a las aldeas que nos transmiten la tradición. El contacto natural de nuevo nos hará descubrir la esencia de esta región.

EN PLENA NATURALEZA

En medio de la naturaleza, entre los bosques y en todo lo alto de la sierra de las Talhadas, Álvaro Siza diseñó una preciosa y moderna torre para que los agentes forestales vigilen las masas forestales, por si el fuego ataca e incendia el bosque, y también para que los demás disfrutemos de la vista. La Torre Vigia tiene 16 m, 4 plantas y una estampa que resulta tan atractiva como extraña en lo alto de la montaña. Una panorámica de 360º que incluye la imagen de varios pueblos y los territorios de pequeñas poblaciones.

Foto de la torre vigia en la serra de las talhadas
Torre Vigia / Foto: Diego J. Casillas Torres

Una de ellas, Figueira (Aldeias do Xisto), construida con pizarra vivió durante muchos siglos expuesta a los rigores de la naturaleza más salvaje. Una curiosidad de esta aldea es descubrir cómo se defendían de los lobos. La cerraban por la noche con varias cancelas distribuidas por todo el perímetro del poblado para evitar la entrada de alimañas.

Foto: Diego J. Casillas Torres
Foto: Diego J. Casillas Torres

Sus principales monumentos son: un horno comunitario en el que toda la comunidad hacía sus panes con una peculiar manera de tomar el turno, numerando cada una de las familias o casas; los gallineros de piedra para que se escondiesen en caso de peligro; y una fuente a la que acudían las chicas a llenar los cántaros para abastecer sus viviendas, y a la que también iban los chicos para aprovechar y verlas, hablar con ellas, etc.

La naturaleza casi lo ocupa todo en esta zona. En el bosque los ríos cristalinos y limpios saltan entre las piedras. En algunos se han levantado presas para crear piscinas naturales como la playa fluvial de Froia, oculta entre la espesura, que posee una enorme lámina de agua necesaria para todos al llegar el verano. Bien equipada y segura, cuenta con instalaciones en perfecto estado y un bar restaurante que complementa un día de baño ideal.

foto panorámica de la playa fluvial de Froia
Playa Fluvial de Froia / Foto: Diego J. Casillas Torres

Aquí todas las aguas acaban en el gran río que recibe las aguas de afluentes como el Froia, tras servirnos de playa. El Tajo es uno de los ríos que comparten España y Portugal, río Tejo, en tierras lusas. Precisamente en esta zona atraviesa el Parque Natural del Tajo Internacional, una reserva de vida natural inigualable.

Foto de una mujer sentada en la orilla de la playa fluvial
Playa fluvial de Froia / Foto: Diego J. Casillas Torres

Lo ideal para ver lo mejor de este río es partir de la Vila Velha de Rodão y navegar hasta el Monumento Natural de las Puertas de Ródão, unos estratos de rocas en vertical que constriñen su caudal al poco de entrar en Portugal. Una maravilla natural.

Foto: Diego J. Casillas Torres
Foto: Diego J. Casillas Torres

Mientras se surca el río se disfruta de una cata de buenos vinos locales con platos elaborados con pescados de río locales como las migas de barbo o la sopa de pescado, que complementan una singladura y un recorrido inolvidable.

INFORMACIÓN PRÁCTICA

Dormir:

  • Hotel Fonte Santa. Excelente alojamiento junto a las termas. Buen desayuno. Piscina y SPA. Habitaciones grandes y lujosas. Buen precio.
  • Hotel Meliá Castelo Branco. Buenas habitaciones con vistas excelentes. Muy buen desayuno.

Comer:

  • Casa Ti´Augusta, en Figueira. Comida tradicional. Buenos vinos. Buena relación calidad precio.
  • Tábua Come, en Castelo Branco. Buen restaurante diseño moderno. Platos ricos ideales para compartir.
  • Restaurante del Club de Tiro de Monfortinho. Carta de calidad, platos abundantes. Sobresalen: el bacalao a la teja y el bufé de postres. Terraza y buenas vistas. Buen servicio.

Más información:

 

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Geógrafo, locutor y escritor de artículos sobre viajes.