¿Qué ver en Normandía? Esta región situada en el noroeste de Francia está repleta de zonas naturales costeras y de interior, pueblos y ciudades con arquitectura típica normanda, una gastronomía propia y rica y lugares de culto de diverso tipo (religioso, artístico, histórico o geográfico) a los que acudir.
El lugar de memoria de una santa en un templo magnífico del siglo XX, una abadía del siglo XIII cuya silueta es única y unos jardines cientos de veces representados en cuadros congregan a miles de peregrinos cuyos destinos les esperan en tierras normandas.
Desde hace siglos…
La abadía de Saint-Michel ubicada en el monte francés más peculiar ya recibía en la Edad Media peregrinos de toda Europa. Un islote granítico en la bahía de Saint-Michel fue el lugar elegido para erigir en el siglo XIII una especial abadía que, debido a las mareas de hasta 15 metros, se convertía intermitentemente en un montículo, en medio de una playa kilométrica, o en una isla. Esta característica le hace atractivo.
Allí se arracima un pequeño y encantador pueblito amurallado coronado por la figura del arcángel san Miguel, en lo alto de la aguja que remata la imponente abadía. Una imagen reconocida mundialmente que ocupa los primeros puestos entre los deseos de los viajeros.
La llegada hasta Saint-Michel se convierte en una sucesión de imágenes en las que se le va viendo más cerca y grande hasta llegar a la carretera que da acceso a la peculiar isla-península. Al cruzar el umbral de la fortaleza se atraviesa una barrera temporal y las imágenes medievales surgen a cada paso: primero en la misma muralla, luego recorriendo sus calles o, simplemente, mirando en derredor tanto hacia adentro como hacia el exterior.
Precisamente esos alrededores de la bahía son especialmente sugerentes para realizar una ruta, que debe realizarse con guía por el riesgo existente. El objetivo, la búsqueda de nuevas experiencias: descubriendo tierras movedizas o sintiendo la llegada de la marea más rápida y súbita que puedas vivir (la marea va a unos 10 Km/h). Las sensaciones y las imágenes que se perciben haciendo esta ruta por la bahía son únicas. No existe otro lugar de similares características.
Al retornar y mirar hacia atrás la vista del monte se va haciendo cada vez más pequeña. Cae la tarde. La luz mengua. El cielo se tiñe de amarillo. Y en la distancia el ocaso enmarca su puntiaguda silueta. Ya hay ganas de volver… y aún no te has ido.
Un lugar privilegiado
Lisieux sorprende por todo lo que tiene y todo lo que encontramos en sus alrededores. Esta ciudad es para los cristianos un lugar al que peregrinar, su santuario de Santa Teresa es el segundo lugar de peregrinación más visitado en Francia tras Lourdes. El templo es un edificio magnífico que impresiona al visitarlo y es, además, el principal objetivo de los creyentes aunque también hay que ir al Carmelo, lugar de la vida y las reliquias de Santa Teresita del Niño Jesús de la Santa Faz.
Los campos normandos que rodean Lisieux
Son verdes y están repletos de prados, manzanos y chaumières (casas típicas normandas). Estos pastos contienen numerosos nutrientes que componen un alimento completo para muchos herbívoros. Los caballos purasangre criados en esta tierra alcanzan altos precios en el mercado de la hípica por ello muchos picaderos y cuadras crían y alimentan sus potros aquí, se pueden visitar, se ven los caballos de cerca y te explican todo lo referente a esta ganadería de élite.
También las vacas normandas toman este pasto y dan una leche rica en vitaminas y grasas que aportan a los quesos de D.O.P. Livarot una calidad excelente.
Esas casas con entramado de madera y con el tejado de chaume (paja o cañas) constituían todo Lisieux pero, aunque durante la Segunda Guerra Mundial fueron arrasadas la gran mayoría, en los pueblos resistieron. En una pequeña aldea algunas de estas construcciones, del siglo XVIII, acogen la sidrería Manoir de Grandouet. No olvidemos que este departamento normando es Calvados y el licor que lleva su nombre también procede de la destilación de las manzanas. Esas mismas condiciones de suelo y clima que dan buenos prados también alimentan perfectamente a los manzanos creando unos paisajes con diferentes tonalidades de verde.
La sidra es la bebida más típica de la zona que beben como refresco por su bajo contenido en alcohol o, incluso, para ingerir la rica gastronomía normanda. Por ejemplo, el queso de Livarot sabe mejor tomado con una sidra.
Al menos una vez en la vida…
Cualquier amante del arte y la belleza, de los colores, las flores… debería presenciar con sus propios ojos el escenario en el que Claude Monet pintó más de 250 cuadros: los Jardines de Giverny.
El propio Monet diseñó ambos jardines, antes separados por una vía de ferrocarril (hoy carretera), muy diferentes entre sí: uno de plantas, árboles y flores, más anárquico, en el que colores y aromas de cientos de flores distintas lo invaden todo; el otro, más llamativo, de estilo japonés con bambú, plantas más exóticas y lagos repletos de los famosos nenúfares que pintó en sus cuadros. Para ello desecó una zona pantanosa, canalizó las aguas del río Epte, que muy cerca desemboca en el Sena, y obtuvo el éxito creando un jardín mágico junto a su residencia y a su taller de pintura que al final terminaron siendo tres estudios, que aún permanecen allí tal y como fueron. Con esa luz normanda tan peculiar y las vistas a su edén.
Al visitar la mansión da la sensación de que hubiesen salido un rato de la casa para hacer la compra. Está como si viviesen aún. Al pasear por el jardín parece que el señor Monet vaya a aparecer rodeado de flores frente al caballete captando esa mágica luz normanda que permite apreciar las cuatro estaciones del año en un mismo día. Esta iluminación tan especial fue fuente inagotable de inspiración para el pintor que dio nombre al Impresionismo por uno de sus cuadros: Impresión sol naciente (1872).
A pesar de tener muy pocos habitantes Giverny ostenta mucho encanto y todo en torno a la principal calle llamada, cómo no, Claude Monet. En esta calle también el museo de los Impresionismos, el hotel Baudy, en el que se reunían los artistas que le visitaban; o, más a las afueras, la iglesia de Sainte-Radegonde, junto a la que se halla el cementerio con el sepulcro de Monet totalmente cubierto de plantitas y hierbas que florecidas homenajean al finado, dando a su tumba un aspecto muy especial.
Monet interpretó el arte de la luz y el color y también la jardinería, dominó ambas artes de manera magistral. Y así rodeados de tanta belleza permanecerán sus restos en Giverny, su edén particular, en su propia calle y en su pueblo inspirador.
Comer
En La Mère Poulard cocinan la más especial de las tortillas a la francesa. Cerca de la entrada al Mont Saint-Michel. Hacerla es un rito; comerla, una experiencia inolvidable.
El Restaurante La Coupe d´Or, en Lisieux, cocina producto local, de temporada y de calidad. La carta cambia día a día. Trato excelente, sala acogedora. Buena relación calidad-precio. También tienen alojamiento.
Restaurante Le Petit Gourmand, en Livarot, menú rico y a buen precio. Cocina francesa. Buenos vinos.
Dormir
Hotel La Musardiere, en Giverny, con el encanto de dormir cerca de los jardines. Es muy tranquilo. Su restaurante, excelente y con terraza con vistas al valle.
Grand Hotel de L´Espérance ideal para visitar Lisieux y alrededores. Céntrico y con garaje.
En Ducey-les-Cheris hay un alojamiento con encanto: Auberge de la Sélune a poca distancia del Mont Saint-Michel y en la orilla del río Sélune. Excelente trato. Se descansa escuchando el río. Buena relación calidad-precio. Exquisito restaurante con comedor luminoso y preciosa terraza en el jardín.
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